Querofobia: ¿se puede tener miedo a ser feliz?
“He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz.” Jorge Luis Borges
Parece una pregunta ridícula, ¿no? ¿Cómo puede existir alguien que no quiera ser feliz? Se supone que el fin último de nuestra existencia es realizarnos en todos los aspectos de nuestra vida y ser felices. Pero quizás no para todo el mundo esto es un axioma.
En la práctica clínica nos encontramos con todo tipo de fobias poco comunes: Miedo al número 13 o al 666, miedo a las palabras largas, al color amarillo, a dormir, etc. Pero la fobia a la felicidad es algo mucho más abstracto.
Antes de nada, voy a explicar más claramente qué es una fobia:
La fobia se define como un miedo acusado y persistente, totalmente irracional, ante la presencia de cierto objeto o situación. Este miedo provoca una sensación de ansiedad que puede derivar en crisis de angustia y en la necesidad de escapar de la situación fóbica. La persona reconoce que este miedo es irracional, pero no puede evitar sufrir ansiedad cuando se presenta el estímulo o la situación.
Si buscamos en internet “fobia a la felicidad” automáticamente nos encontramos con una palabra: Querofobia. Varias páginas a lo largo y ancho de la red describen este mal como “miedo inexplicable a todo aquello que aporta alegría o hace feliz” ¿Es lo mismo tener fobia la felicidad que miedo a ser engañados en un momento de nuestra vida en el que nos sentimos cómodos y felices? Efectivamente, no.
Igual que el miedo a la oscuridad, que no se teme en sí a la oscuridad, si no a lo que hay en ella y no podemos ver; el miedo a la felicidad no es a la sensación en sí, si no a ser defraudados o decepcionados cuando se ha alcanzado. Son personas que activan su coraza cuando creen que pueden ser dañados y sufren cuando sienten la necesidad de ser felices, porque el abrirse a los demás, estamos más expuestos a que nos hagan daño.
Hay que aclarar que nadie quiere sufrir, pero que no por ello tenemos que renunciar a disfrutar de las relaciones interpersonales. Y, por supuesto, tampoco irnos al otro extremo: buscar la felicidad a toda costa confiando en cualquier persona que nos crucemos en nuestra vida. Cada uno debemos aprender a equilibrar nuestra balanza sobre lo que estamos dispuestos a dar y a arriesgar. En nuestro camino nos encontraremos a personas muy abiertas, que nos tratan desde el principio como si nos conocieran de toda la vida, pero no por ello tú tienes que reaccionar en consecuencia. Si no estás cómodo, es probable que necesites más tiempo para valorar si quieres que esa persona forme parte de tu vida o no. Si quiere formar parte de ella, esperará el tiempo que haga falta. E igual en el sentido contrario.
Por tanto, ¿realmente puede existir el miedo a ser feliz? En mi opinión, no se puede tener miedo a algo que, aparte de ser una sensación abstracta, es agradable per se; pero sí a las consecuencias que de ello derivan. Por tanto, no se tiene miedo a la sensación de felicidad, si no a que de ella deriven consecuencias desagradables, como son la decepción, la tristeza o el sentirse solo. La felicidad es un concepto muy difícil de definir, lo que a una persona le hace feliz, a otra le puede parecer baladí. Siempre habrá un aspecto en nuestra vida que creemos que no está del todo satisfecho, por lo tanto la felicidad completa no es cuantificable, si no los aspectos de los que ella se compone (sentirse cómodo con la pareja, en el trabajo, con la familia, en nuestra casa, etc.).
¿Se puede vencer este miedo?
Por supuesto. Una vez más, este miedo está relacionado con la aversión al sufrimiento y a no verlo como parte esencial de la vida, ¡pero lo es! Sufrir no es agradable, pero nos fortalece y nos ayuda a buscar el camino hacia la realización.
Como metáfora, pensemos en un camino recto, pero lleno de obstáculos: Si cada vez que encontramos uno, lo esquivamos, acabaremos torciéndonos y perdiendo el camino. En cambio, si cada vez que vemos un obstáculo, lo enfrentamos y lo echamos a él del camino, nosotros podremos continuar rectos y será ese obstáculo el que nos recuerde dónde está el límite del camino y dónde no tenemos que ir.
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No debemos tener miedo a ser defraudados, porque a lo largo de nuestra vida mucha gente nos hará daño, y eso es parte de nuestro aprendizaje. Cerrarse por completo a las decepciones tendrá por consecuencia que nunca sabremos diferenciar quién viene a hacernos daño y quién no y por el camino perderemos la oportunidad de conocer a gente excepcional que pueden enriquecer nuestra vida. ¿De verdad quieres perder eso? Al fin y al cabo, si caemos es para volver a levantarnos.