Mindfulness en comunicación (2a parte)
Como vimos en la entrega anterior: “Mindfulness y comunicación (1a parte)”, descubrimos que nuestro modo de comunicación está altamente automatizado, que no somos del todo conscientes de lo que hacemos ni tampoco controlamos fácilmente nuestra conducta, mucho menos podemos controlar lo que pensamos. Por eso son tan contraproducentes los consejos que promueven, por ejemplo, “poner toda la mente en positivo” o “rechazar todo pensamiento negativo”, ya que no podemos controlar el curso de los pensamientos. Las asociaciones por oposición o “contrario a” (como ‘positivo-negativo’, ‘grande-chico’) y los intentos (fallidos) de control son algo muy estudiado. Lo más probable es que si trato de seguir el consejo de “no pensar nada negativo” piense, paradójicamente, en algo negativo (este fenómeno suele conocerse como procesamiento irónico).
¿Pero, entonces, qué podemos controlar? Podemos aprender (y no sin cierto trabajo) una manera diferente de relacionarnos con eso que pensamos y sentimos. Y, eventualmente, podemos intentar hacer algo diferente.
Así y todo, hay que decir que es muy difícil hacer algo diferente. Muchas veces se dan consejos y está muy bien. Pero yo creo que lo más difícil no es saber qué hacer, sino cómo generar las condiciones para hacerlo. Porque saber qué hacer que nos haría bien, más o menos sabemos todos, el problema es que no lo hacemos, entonces cómo podríamos generar esas condiciones. De eso se trata el artículo y creo que mindfulness nos puede brindar una clave.
Ahora analicemos paso a paso un ejemplo comunicacional donde interviene un patrón automático de respuesta, tal como se nos presenta en la experiencia. Supóngase que yo tenga la tendencia a contestar de forma agresiva toda vez que alguien opina diferente a mí o me contradice de alguna manera, por ejemplo, respondiendo con una descalificación o ironía hacia mi interlocutor o a sus opiniones. Suponga, además, que estas situaciones donde me contradicen me generan una gran carga emocional negativa, en los momentos donde las emociones son muy fuertes es más difícil ver las cosas con claridad. En un primer momento, esta es una reacción automática e inconsciente en mí, por lo que no me doy cuenta de cómo respondo ni que eso puede ser considerado agresivo.
Imagine que con el tiempo he notado que esta tendencia comunicativa me genera problemas, dado que las relaciones con esas personas a las que he descalificado se han ido resintiendo, e incluso algunos de ellos me han comenzado a tratar mal. Es decir que me empiezo a dar cuenta por las agresiones que recibo. Este punto es clave, porque es aquí donde me propongo querer cambiar lo que hago, ya que veo que me trae problemas (agresiones). Antes de este momento, no me planteaba cambiar nada, y quizás atribuía la agresión del otro a una mala actitud de él para conmigo. Lo cual ocasionaba probablemente que yo respondiera con más agresión, ya que sólo veía la agresión de él para conmigo y no la mía. Es decir, no me daba cuenta de que la respuesta agresiva de él era una reacción lógica a mi primera respuesta descalificadora. Es muy probable que varias de las agresiones que recibimos tengan esta dinámica, y sean respuestas “lógicas” a agresiones que nosotros dimos sin darnos cuenta.
Bien, profundicemos el ejemplo aún más. Ya noté que esa conducta la ejecuto más allá de mi voluntad, es una reacción automática, muy rápida y me trae inconvenientes, pero aún no puedo cambiarla. Al tiempo de esta primer toma de consciencia, es probable que cuando me contradigan en alguna nueva oportunidad, vuelva a reaccionar igual, descalificando a mi interlocutor. Pero esta vez, quizás poco tiempo después, me dé cuenta de mi reacción. Con el tiempo, cada vez más advertido, quizás note mi reacción inmediatamente después de descalificar a mi oyente. Es probable que, en cierto momento, pueda ver que estoy por reaccionar con una descalificación hacia mi interlocutor antes de emitir las palabras. Este es otro momento clave, porque es en ese momento y sólo en ese momento, en donde tengo la posibilidad (no la seguridad) de no decirlas o de decir otra cosa. Ese es el momento de, quizás, hacer algo diferente.
Nótese que es muy distinto descalificar súbitamente, que “ver cuando surge en mí” la intención de descalificar, pero aún no pronuncié las palabras. En este último caso, no digo automáticamente sino que “me veo a punto de decir”. Este último caso, genera una “pausa”, “pone en suspenso la reacción”, crea un espacio donde puedo observar la reacción que surge en mí en el momento que surge, antes de emitir la conducta (que es lo único que se puede percibir), es entonces donde puedo intervenirla de alguna manera. Podríamos decir que es esa observación la que “detiene” la reacción y genera las condiciones de posibilidad para que una nueva conducta surja.
Este análisis puede aplicarlo a otras situaciones, intentando observar las reacciones en los momentos que surgen, es en ese preciso y precioso momento donde tengo la posibilidad, en esa ocasión, de hacer algo diferente. En mindfulness se suele decir que el observador modifica lo observado. En cuanto me “dejo de dar cuenta” de lo que está ocurriendo, voy a quedar atrapado nuevamente en mis automatismos. Pero hay que aclarar que se trata de un observador muy especial, no busca controlar, no emite juicio, y toma la experiencia tal como se le presenta sin intentar modificarla. Pero, y aquí está la gran paradoja, mientras observa de esa manera, abre un espacio de cierta libertad y donde puede producirse una conducta distinta. Esta práctica es una posibilidad, no es la solución a todo ni magia, pero es una posibilidad real, que no puede aprenderse leyendo sino que debe practicarse. Espero que le haya resultado útil y lo anime a comenzar la práctica. ¡Hasta la próxima!