Inteligencia emocional y el arte de vivir con excelencia
La realidad actual nos obliga a reflexionar sobre nuevas alternativas para enfrentar el estilo de vida que nos hemos impuesto como sociedad. Los modelos económicos actuales nos someten a esquemas de convivencia feroces y destructivos. Las tendencias consumistas de los mercados internacionales y las nuevas tecnologías se imponen a las prácticas de comunicación interpersonal.
La comunicación cara a cara, es un obstáculo para quienes intentan mantener una relación humana con los otros. Vivir se ha convertido en una extensión de nuestra capacidad para adquirir las tecnologías que nos conectan con el mundo.
Las redes sociales son el espacio para existir, para interactuar, para comunicarnos y valer en la medida en que somos reconocidos por el mundo virtual. Frente a esta realidad, la interrogante es: ¿Hasta dónde llegará la humanidad en la carrera por implantar las tecnologías como medio y fin de la existencia humana?
Una alternativa que gravita en el mundo científico especializado en el desarrollo humano, es la recuperación de la capacidad de las personas para conocer y gestionar adecuadamente su vida emocional. Es esta la esencia de los estudios realizados por dos psicólogos de la Universidad de Yale (Peter Salovey y John Mayer) y difundida mundialmente por el psicólogo, filósofo y periodista Daniel Goleman. El resultado es la inteligencia emocional.
Las emociones determinan el nivel de rendimiento de que somos capaces, en estado de equilibrio o desequilibrio emocional, así como determinan qué tipo de relación mantendremos con nuestros subordinados (liderazgo), con nuestros superiores (adaptabilidad) o con nuestros pares (trabajo en equipo). Las emociones determinan cómo respondemos, nos comunicamos, nos comportamos y funcionamos en el trabajo y/o la empresa.
La aplicación práctica de la inteligencia emocional distingue habilidades socioemocionales que pueden ser aprendidas por todos y que generan los siguientes beneficios:
- Propenden a nuestro bienestar psicológico, base para el desarrollo armónico y equilibrado de nuestra personalidad.
- Contribuyen a nuestra buena salud física, moderando o eliminando patrones y/o hábitos psicosomáticos dañinos o destructivos y previniendo enfermedades producidas por desequilibrios emocionales permanentes (angustia, miedo, ansiedad, ira, irritabilidad, etc.).
- Favorecen nuestro entusiasmo y motivación, motivación y emoción tienen la misma raíz latina (motere), que significa moverse (acercarse hacia lo agradable o alejarse de lo desagradable). Gran parte de nuestra motivación en distintas áreas de la vida, está basada en estímulos emocionales.
- Permiten un mejor desarrollo de nuestras relaciones con las personas, en el área familiar-afectiva, social y laboral-profesional. En este último plano, la inteligencia emocional significa llevar a un nivel óptimo la relación entre las personas: determina qué tipo de relación mantendremos con nuestros subordinados (liderazgo), con nuestros superiores (adaptabilidad) o con nuestros pares (trabajo en equipo). Las emociones determinan cómo respondemos, nos comunicamos, nos comportamos y funcionamos en el trabajo y/o la empresa.
A pesar de la importancia que reviste el desarrollo de la inteligencia emocional, en algunos países en vías de desarrollo, aún no se ha considerado la generación de políticas públicas que lleven sus beneficios al grueso de la población, en el que existe marcadamente un analfabetismo emocional. Los modelos educativos en países como Inglaterra, Estados Unidos, España y Francia, ya comienzan a incorporar a los planes de estudio de educación básica, algunos aspectos de que lo que se ha denominado “educación emocional” y cuya intención es dotar a los alumnos de las herramientas socioemocionales que les permitan un óptimo desarrollo académico y social.
Existen en la actualidad modelos educativos adaptados para el desarrollo y fortalecimiento de las habilidades socioemocionales en escuelas de educación básica, sin embargo éstas habilidades no son consideradas como prioritarias por la burocracia educativa de países como México, en donde la prioridad sigue siendo ampliar la cobertura educativa a las zonas más alejadas de los polos de desarrollo urbano.
Es tal el desconocimiento de las ventajas del desarrollo de la inteligencia emocional en entornos educativos, que ni siquiera en la crisis desatada por los elevados índices de violencia escolar, llamada bullying, (México alcanza el primer lugar a nivel mundial, por encima de países que viven en guerra como el caso de Irak) ni las autoridades educativas, ni los legisladores, optaron por considerar la inteligencia emocional como una alternativa -comprobadamente eficaz-, para mejorar la calidad de la convivencia de los alumnos de educación básica. Para abatir la violencia en las escuelas, optaron por emitir leyes que criminalizan a los agresores y maestros, dejando de lado la atención psicológica a las víctimas y sus familiares.
Por otra parte, existe información que corrobora el hecho de que los empresarios prefieren contratar a profesionistas con un elevado coeficiente emocional, por encima de los que presentan deslumbrantes méritos académicos. Esto a partir de la necesidad de que los trabajadores o empleados de empresas con prestigio internacional, deben mostrar cotidianamente el dominio de habilidades socioemocionales, como la capacidad de trabajar en equipo o la de adaptación a los cambios, resolución creativa de conflictos, etc. independientemente de que estos profesionistas deben ser estrellas sociales, en la medida que sepan manejar sus propias emociones y las de los demás.
Estos aspectos hacen que las exigencias laborales en la actualidad, estén centradas en personas con habilidades o talentos que eran considerados como excepcionales por los reclutadores, sin embargo la psicología contemporánea ha demostrado que estas destrezas pueden ser aprendidas por todas las personas, con independencia de su coeficiente intelectual.
Los estudios científicos basados en la neurociencia y psicobiología demuestran los alcances de una vida emocionalmente saludable, cuyos beneficios inciden en el aprendizaje y el rendimiento escolar, en la prevención de adicciones y conductas de riesgo, en el fortalecimiento del sistema inmunológico, en la calidad de las relaciones de pareja, en el ejercicio de una paternidad responsable, en el mejoramiento del desempeño profesional, en el incremento de los niveles de productividad, etc.
Si el desarrollo de la inteligencia emocional no es la panacea, por sus efectos y resultados en la vida de las personas, mucho se le parece. Lo que hace falta es la difusión de esta alternativa de conocimiento y práctica.
Se requiere voluntad y apertura a una nueva conciencia de las capacidades humanas y humildad para reconocer que necesitamos aprender las habilidades más esenciales de la comunicación y la convivencia, admitir que hemos perdido la capacidad de reconocer nuestras emociones y la de los demás. En síntesis, recuperar la vocación humana por el descubrimiento de la vida plena de emociones positivas.
Probablemente el mayor descubrimiento científico en materia de neurociencia, es el que ha demostrado que el cerebro humano es capaz de aprender las habilidades socioemocionales que requerimos para vivir con excelencia.
Aprender cómo funciona nuestro organismo en momentos de asaltos emocionales y de cómo podemos generar estados de bienestar personal desde el control de nuestras emociones, es una tarea pendiente que todos los seres humanos debemos concretar en algún momento de nuestras vidas, para orientar nuestra forma de conocernos mejor e iniciar el acercamiento con los demás. Sin duda es un arte que está al alcance de todos.
Los modelos que orientan al aprendizaje de habilidades socioemocionales se integran en dos áreas:
- Inteligencia intrapersonal (internas, de autoconocimiento).
- Inteligencia interpersonal (externas, de relación).
Al primer grupo pertenecen tres habilidades:
- La autoconciencia (capacidad de saber qué está pasando en nuestro cuerpo y qué estamos sintiendo).
- El control emocional (regular la manifestación de una emoción y/o modificar un estado anímico y su exteriorización).
- La capacidad de motivarse y motivar a los demás.
Al segundo grupo pertenecen dos habilidades:
- La empatía (entender qué están sintiendo otras personas, ver cuestiones y situaciones desde su perspectiva).
- Las habilidades sociales (habilidades que rodean la popularidad, el liderazgo y la eficacia interpersonal y que pueden ser usadas para persuadir y dirigir, negociar y resolver disputas, para la cooperación y el trabajo en equipo).
Como en otras áreas del conocimiento humano, la inteligencia emocional requiere de medios para llegar a la población. El uso de las tecnologías y en particular de la influencia de las redes sociales, constituye una valiosa oportunidad para acercar esta alternativa de vida a quienes buscan respuestas afanosamente, para afrontar las presiones y frustraciones del mundo actual.
La cruzada contra el analfabetismo emocional aportaría argumentos contundentes en estos momentos, en los que nuestra sociedad debate sobre la legalización de las drogas. Está científicamente demostrado: quien alcanza un óptimo coeficiente emocional no requiere de ningún estupefaciente o estimulante para sentirse bien consigo mismo y con los demás.
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- Manual de Inteligencia emocional PDF, el propósito de las emociones y sus competencias.
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