La tristeza que inspira: Musa y carcelera
«El azar es la metáfora perfecta de quien le busca inspiración a la tristeza”.
Dicen que las mejores obras surgen de la tristeza más profunda, de la inquietud y del desasosiego. Igual que algunos creen que necesitan estupefacientes para elevar su mente a otra dimensión y crear, otros alimentan de tristeza a su inspiración.
Una de las hipótesis que se contemplan es que la melancolía favorece que la persona se vuelva más sensible y receptiva a las nuevas ideas que pudiese tener, más introspectiva y que preste mayor atención a los detalles, variables que pueden hacer que seamos más creativos.
El carácter melancólico y taciturno ha sido asociado a los artistas (o genios) a lo largo de la historia, da igual que hablemos de músicos, escritores, pintores… A día de hoy sabemos de muchos personajes relacionados con las artes que encajan en este perfil.
Ya Aristóteles, en el siglo IV a.C., observó y reflexionó sobre la relación entre la melancolía y el impulso creador:
“¿Por qué razón todos aquellos que han sido hombres de excepción, bien en lo que respecta a la filosofía, o bien a la ciencia del Estado, la poesía o las artes, resultan ser claramente melancólicos, y algunos hasta el punto de hallarse atrapados por las enfermedades provocadas por la bilis negra…?”
Cuando el filósofo griego habla de quedarse atrapado por las enfermedades provocadas por la bilis negra, probablemente se refiera a caer en lo que, a día de hoy, conocemos como depresión. Es cierto, que muchas veces usamos los términos “melancolía” y “depresión” como sinónimos, pero para algunos, a pesar de que comparten muchos síntomas también tienen diferencias sutiles.
Entonces, ¿qué es la depresión?, ¿cuáles son sus diferencias con la melancolía?, en este sentido vamos a referirnos a la depresión como una profunda pena que incapacita e impide continuar con el día a día, y a la melancolía como un concepto más arraigado al carácter o un estado de tristeza que, en líneas generales, nos permite continuar con nuestra vida, a pesar de que nuestro mundo esté teñido por la escala de grises. Sin olvidar que también existe un subtipo melancólico de la depresión, cuya característica principal sería la anhedonia: incapacidad para sentir placer y satisfacción.
La tristeza que inspira estaría relacionada con la melancolía más que con la depresión, aunque ambas están separadas por una línea muy fina por la que tiene que caminar el artista lanzando la moneda al aire, esperando que siempre salga la cara de la musa, sin dejarse atrapar por la carcelera, la otra cara de la moneda.
La pena no es para quedarse a vivir, está bien como estación de paso y es sano pasar por allí, incluso quedarse un ratito, aprender a tolerarla, aprovechar su soplo de inspiración, pero sin caer preso, sin convertirla en estilo de vida, sin llegar a la enfermedad.
Pero ¿por qué no quedarse a vivir si se puede usar como motor de la creación artística? Como bien dice Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría: “la tristeza normal produce la lucidez del perdedor y la nitidez de la distancia y una mirada hacia el futuro. La tristeza depresiva es el ánimo embotado, a la baja, y mirando hacia el pasado. La primera reinventa la vida, la segunda sabe a derrota sin remontada”.
Por lo que a la larga, sería contraproducente instalarse en la pena ya que se acabaría encontrando todo lo contrario a lo que se está buscando. Puede resultar difícil cuando se concibe la belleza en lo triste, pero ¿por qué no intentarlo?
¿Qué podemos hacer para evitar traspasar la frontera entre la tristeza que inspira y la tristeza que encarcela?
- Debemos tener claro que es normal estar triste de vez en cuando, pero que la tristeza es una emoción y por tanto, lo no patológico es experimentarla de forma puntual, igual que el resto de emociones. No tenemos miedo de forma constante, ni estamos siempre furiosos, ni siquiera podemos vivir eternamente en la calle de la alegría.
- Todas las emociones tienen una función, una razón de ser. Por ejemplo, el miedo nos ayuda a ser cautos ante el peligro. Una vez que la amenaza desaparece no es funcional seguir teniendo miedo. Con la pena sucede lo mismo, aparece ante la pérdida y tiene funciones adaptativas: nos ayuda a mirar dentro de nosotros mismos, a comunicar a los demás cómo nos encontramos, a recibir ayuda… aspectos dirigidos a poder superar dicha pérdida y seguir con nuestras vidas.
- Si somos de esos que podemos aprovechar su soplo de inspiración y crear ¡adelante! Ya tenemos un sitio donde colocar nuestra tristeza, vamos a anclarla a nuestra creación y a dejarla ir. Con esto no quiere decir que nos olvidemos o le quitemos importancia, pero sí que la reubiquemos y que cuando estemos preparados tomemos distancia.
- Buscar otras fuentes de inspiración para romper la asociación tristeza-creatividad, y crear una más amplia en la que el espíritu creador interactúe con otros elementos. En definitiva, intentar encontrar otras musas. Como ejercicio puedes proponerte crear algo la próxima vez que te sientas muy alegre ¿crees que serás capaz? Plantéatelo como un desafío.
- Redefinir la concepción de la belleza. Por supuesto que muchas veces lo triste es inmensamente bello pero… ¿solo hay belleza en la tristeza? Aprende a mirar con otros ojos, a buscar en otros lados, ya verás cómo te sorprendes.
No dejes que una gran virtud se convierta en tu enemigo, aprende a amar la tristeza, pero no de una manera en la que dependas de ella y necesites tenerla siempre contigo, sino dejando que se vaya cuando sea necesario, para que pueda volver cuando más la necesites, es decir, cuando tenga que cumplir alguna de las funciones que han hecho que no se extinga a lo largo de nuestra evolución. Y que la inspiración… ¡te pille trabajando!
Carta del músico Chopin a su madre:
«Hoy el Prater estaba hermoso. Había multitud de gente a la que no conocía. He admirado las plantas, el olor a primavera y esa inocencia de la naturaleza que me devuelve los sentimientos que tenía cuando era niño. Amenazaba tormenta, así que busqué refugio.Pero llegó la tormenta y entonces me sentí melancólico.
¿Por qué? Hoy no me importa ni tan solo la música. Es tarde, pero no tengo sueño, no sé qué me pasa…. Los periódicos y carteles anuncian mi concierto, que es dentro de dos días, pero siento como si no hubiera tal concierto, parece como si no me importara. No escucho los halagos de los otros, me parecen cada vez más y más estúpidos.
Desearía estar muerto, pero también me gustaría ver a mis padres. Tengo su imagen (aquí hace alusión a Konstancja, de quien se encontraba enamorado) ante mí, pero me parece que ya no estoy enamorado de ella aunque no pueda quitármela de la cabeza. Todo lo que he visto hasta ahora en el extranjero me parece viejo y odioso y me hace suspirar por mi hogar, por los dichosos momentos que no supe valorar.
Lecturas Recomendadas
- Depresión » Sintomatología y factores de Riesgo.
- Superar la depresión » ¿Cómo lograrlo de forma efectiva?
- Aristóteles (2007). El hombre de genio y la melancolía (problema XXX). Barcelona: Acantilado.
- Sandri, P. (2014, 28 de enero). Tristeza creativa. La Vanguardia.
Lo que ayer me resultaba magnífico hoy me parece vulgar, y lo que creía vulgar se torna ahora incomparable, demasiado grande, demasiado elevado…. Estoy confuso, melancólico, no sé qué hacer conmigo mismo. No quisiera estar tan solo».