Consecuencias… ¿sinónimo de castigo?
“En la naturaleza no existen ni premios ni castigos. Solo existen consecuencias”
Esta semana elegí escribir sobre las consecuencias, que son y qué uso les damos, ya que en mi experiencia profesional me he topado con una mala interpretación del término por parte de padres de familia, niños, adolescentes y algunos profesionales, quienes parecen entender que una consecuencia se limita meramente a un castigo.
Si bien hoy en día aún se escucha el término castigo, en especial cuando se trata d corregir una actitud que nos parece inadecuada. Tanto la persona que recibe el castigo, como quien lo implementa, asocian este término como un efecto negativo hacia una conducta incorrecta, generando rechazo, enojo, malestar y en algunas ocasiones miedo. En la experiencia de esta psicóloga, el miedo hacia el castigo no se limita a la acción, sino que comienza a generar temor a actuar sin la certeza de que la conducta será bien recibida por los otros, evitando así el castigo, en otros casos, he podido observar como tristemente, este temor conlleva a la mentira con el único objetivo de evadir el castigo.
¿Qué es entonces una consecuencia?
Es el efecto producto de una acción, y este puede ser positivo o negativo. Pensemos por ejemplo en una persona que no acostumbra a comer dulces o cosas muy azucaradas, después de cada alimento se lava los dientes y 2 veces al año acude al dentista a realizar una limpieza de rutina, la consecuencia a la que se enfrentará esta persona seguramente será la ausencia de caries, suena bien ¿cierto? Ahora pensemos en el caso opuesto, una persona que acostumbra a comer muchos dulces, refrescos, no se lava los dientes de manera habitual y rara vez va al dentista, probablemente tendrá caries como consecuencia de una pobre higiene bucal o problemas de tipo alimenticios como consecuencia de malos hábitos.
Uno de los errores más comunes que cometemos al hablar de consecuencias, es que nos enfocamos en las que resultan de una acción negativa, dejando de lado las consecuencias a las que nos enfrentamos cuando actuamos de manera correcta.
Si pensamos en un niño o en un adolescente al interior de un aula, el hacer énfasis solamente en las consecuencias negativas, fácilmente podemos reducir los niveles de motivación e interés. Lo mismo sucede con un adulto en su entorno laboral, el constante énfasis en las consecuencias negativas genera fastidio, enojo y hartazgo.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Cambiar el enfoque que le damos a las consecuencias. Una persona que se enfrenta a una consecuencia negativa, probablemente está al tanto de ello, por lo que recriminarle el hecho generará mayor malestar. Sin embargo, si fomentamos la reflexión y la búsqueda de reacciones alternativas, generamos mayor posibilidad de un cambio de conducta.
Reconocer las consecuencias positivas y hacer énfasis en ellas, en especial cuando estamos en contacto con niños y adolescentes, o adultos a nuestro cargo.
Considera que, al igual que los temas de los que he hablado con anterioridad, los resultados que obtendremos al comenzar a hacer énfasis en consecuencias positivas y cambiar el enfoque de los “castigos” es una respuesta ante la que tenemos que ser pacientes, ya que el cambio no sucederá de la noche a la mañana.