El Padre del Psicoanálisis y su álbum fotográfico
El padre del psicoanálisis marcó una tendencia con su polémica teoría, exploró la asombrosa cámara del inconsciente y alteró la imagen que tenía el hombre de sí mismo.
Poseía muchos de los rasgos que suelen acompañar a los genios: reservado y tenaz, estaba convencido de su teoría y esperaba que todo el mundo la reconociera.
Empero, su tranquila vida estaba en disonancia con los impulsos irracionales que analizaba en sus pacientes, de los que extrajo la mayor parte de su teoría.
Hasta la fecha polémico, su influencia en el pensamiento del sigo XX es innegable, aunque se remitió a llevar una vida serena, como cualquier hombre del siglo XIX.
Los primeros años
Sigmund, que nació con “una afortunada cabeza de cabello negro”, fue el mayor de los ocho hijos de Amalia Freud, quien solía hablar de su futura grandeza.
El padre del psicoanálisis escribió una vez: “El favorito indiscutible de su madre conserva toda la vida el sentimiento de ser un conquistador”.
Pero las relaciones con los varones de su familia fueron complicadas. Durante su niñez en Viena, admiraba a su padre, Jakob, quien podría haber sido su abuelo.
Pero Jakob tenía otro hijo de un matrimonio anterior, Philipp, unos 20 años mayor que Freud. El padre del psicoanálisis siempre desestimó a su medio hermano.
Años después, Freud se analizó y descubrió que asociaba a Philipp con una imagen paterna, lo que explicaba su celo y temor cuando este se acercaba a su madre.
Esto confirmó lo que observaría después en muchos pacientes: que las motivaciones infantiles son trascendentales, y que aun los niños tienen vida sexual.
Freud deseoso de formar una familia, dejó la la investigación fisiológica para ganar dinero ejerciendo como neurólogo.
A fin de preparase, se decidió a dedicar cuatro años de su vida a ganar experiencia, y así sostener las necesidades familiares.
Surge el Padre del Psicoanálisis
En el decenio de 1880, el tratamiento de las enfermedades mentales se servía ya de los adelantos científicos y estaba en manos de psiquiatras y neurólogos.
Sin embargo, todavía se atribuía la causa de las enfermedades «sin causa física aparente», a una “degradación” del sistema nervioso.
En 1885, preparándose para ejercer como neurólogo, Freud fue a París a estudiar con el eminente doctor Jean Martin Charcot, y aprendió de su extraordinaria hipnosis.
Las demostraciones de Charcot atraían a estudiantes (como Freud), de toda Europa. Freud colgó esta litografía en la pared, arriba de su emblemático diván.
El descubrimiento de que el sólo «poder de las ideas” podía aliviar los síntomas de enfermedades mentales, decidió a Freud a dedicarse al estudio de la mente.
Refiriéndose a Charcot, Freud escribió a su prometida: “Ningún otro hombre me ha afectado de esta manera”.
También conoció a Josef Breuer, médico vienés que usaba la hipnosis para sondear los pensamientos reprimidos de sus pacientes: “una catarsis que daba alivio”.
Cuando Freud regresó, empleó la hipnosis y la catarsis. Los dos médicos colaboraron en un libro: “Estudios sobre la histeria”, publicado en 1895.
Freud sacó de su experiencia la alarmante conclusión de que los pensamientos reprimidos eran de origen sexual. Breuer no estuvo de acuerdo y rompió con Freud antes de la publicación.
No tardó Freud en apartarse de Breuer, y no sólo eso, sustituyó la hipnosis por su propia técnica “la asociación libre”, donde el paciente hablaba sin interrupción.
Así pues, cuando apareció el libro, Freud quedó como el único referente del “polémico método”, que años después lo llevaría a consolidarse como padre del psicoanálisis.
En su única visita a los Estados Unidos, Freud y Jung dieron cinco conferencias, eran relativamente desconocidos, pero les otorgaron títulos honoríficos.
La consulta de Freud
Los Freud vivieron más de 40 años en el cómodo apartamento de un segundo piso, en el que casi siempre estuvo su consultorio.
Los principales ingresos del médico procedían de sus pacientes (para la época, cobraba caro: $8.10 dólares la hora), y su consultorio reflejaba el tenor de su vida.
Su mujer procuraba que el hogar girase en torno a “Dar Papa”, quien se levantaba todos los días a las 7, y a las 8 esperaba a su primer paciente.
Las sesiones de Freud duraban 55 minutos. Almorzaba con Martha y sus hijos, y solía ir a las habitaciones de la familia durante los 5 minutos de descanso entre sesiones.
La consulta de Freud, llena de tapices y cuadros, era un escaparate de arte antiguo y un fiel reflejo de su mente analítica.
Tiempos de calma
Su vida como hijo y como padre trascurrió en una familia numerosa que tomaba largas vacaciones veraniegas y vivía en cuartos llenos de muebles.
Freud descansaba poco y de forma programada: visitaba a su madre los domingos y se reunía con su grupo de discípulos: “La Sociedad Psicoanalítica de Viena”.
Las noches de sábado eran sagradas, pues las reservaba para jugar animadamente al “tarok”, un viejo y popular juego vienés de baraja.
Las vacaciones al extranjero las planeaba con mucha anticipación. Su familia se instalaba en una posada alpina, de allí, Freud iba a Italia, donde solía dar paseos.
Martha, mala para viajar, lo acompañaba raras veces, pero casi siempre Freud viajaba acompañado por un amigo o pariente y, más tarde por su hija Ana.
Debido a su enfermedad (cáncer de mandíbula) Ana se dedicó al cuidado de Freud, para luego continuar los trabajos de su padre en Londres, falleció en 1982.
Reacciones al Psicoanálisis
Desde el principio, la Sociedad Médica Vienesa se mostró escéptica y preocupada por las posibles reacciones a los estudios de Freud, los cuales rechazó.
Como era de esperarse, tras la publicación de “La Interpretación de los Sueños” en 1899, la comunidad religiosa y la prensa lo acusaron de inmoral.
Tachándolo de pervertido, incluso de traficar con pornografía, alegando que sus libros sólo incitaban a los niños a sentir apetito carnal por sus padres.
Max Graf, que fue su discípulo decía: “La gente lo tenía por un loco que en todo veía sexo, las señoras se ruborizaban al oírlo nombrar”.
Para la década de 1920, Freud había perdido a casi todos sus discípulos, debido a sus firmes convicciones intolerables a la crítica.
Se sentía ofendido cuando sus ideas causaban controversia, y solía renegar de quienes no aceptaban o creían en su teoría.
Después de la primera guerra Mundial, el mundo parecía más dispuesto a hablar de sexo, y los científicos a revisar (más no a aceptar) los trabajos de Freud.
En 1931, al cumplir Freud 75 años de edad, se le rindieron homenajes en casi todo el mundo, siendo el más inaudito el de la Sociedad Médica Vienesa.
Aunque su teoría seguía siendo cuestionada, el siglo XX lo había reconocido al fin, como uno de los grandes exponentes en el estudio de la mente humana.
Últimos días del padre del psicoanálisis
En 1937, Freud escribió a Einstein: “La guerra es inevitable”. También lo fue que, después de que los nazis invadieron Austria, la Gestapo molestará al médico judío.
Aunque para Freud la religión era “una fantasía creada para compensar las insuficiencias humanas”, siempre estuvo orgulloso de su tradición judía.
El 21 de mayo de 1938 la policía allanó su apartamento, donde Freud se recuperaba de una de sus 33 cirugías por cáncer en la mandíbula.
Mientras los Camisas Pardas confiscaban pasaportes, dinero y documentos “Freud no perdió la calma y tranquilizó a su familia”.
Finalmente, cuando los nazis se fueron, Martha informó a su marido que habían incautado cerca de $840 en bienes y dinero.
«Querido, nunca tomé tanto por una sola visita», le dijo a su esposo. Aún así Freud se negó a abandonar Viena según el New York Times.
Ernest Jones (amigo y psicoanalista, que escribiría luego su biografía), le convenció de irse, pero su primera reacción fue: “Este es mi puesto”.
Se precisó de toda la diplomacia de Inglaterra y los Estados Unidos, para persuadir a los nazis que le permitieran salir del país.
Freud nunca lo supo, pero su nombre ya figuraba en la lista de personajes a ejecutar si Hitler lograba hacerse con Inglaterra.
La princesa Marie Bonaparte, que había sido su paciente, pagó el rescate que pedían los nazis, y Freud, Martha y Ana pudieron escapar a Londres.
Se le rindieron honores en el exilio. Paso su último año tranquilamente, dedicado a su pasión: atender a sus pacientes y estar con su familia.
El padre del psicoanálisis murió el 24 de septiembre de 1939, pero Freud siempre sería, como dijo W. H. Auden, “todo un motivo de opinión”.
Afortunadamente se conservan muchas fotos del padre del psicoanálisis, tantas que un solo artículo queda muy corto para mostrarlas todas.
Hemos intentado compartir contigo, aquellas más representativas de su vida y algunas otras, que, aunque poco conocidas son muy interesantes.
Si necesitas más información sobre la vida de Sigmund Freud, te recomendamos la extraordinaria web del Museo de Freud en Londres.
En ella encontrarás una increíble colección de información sobre su vida y obra: fotografías, objetos, publicaciones de periódicos, cartas, etc.