¿Te cuesta expresarte? ¡Sé asertivo!
“Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar.”
Hipatia.
Vamos a realizar un pequeño ejercicio antes de empezar. Piensa en alguna vez en tu vida en el que alguien haya herido tus sentimientos y tú hayas reaccionado con un “no pasa nada” cuando lo que querías era gritar lo enfadado que estabas. Estoy segura que te vienen a la cabeza más de una, más de dos y más de tres situaciones así.
Ahora piensa: ¿beneficiaste a alguien con esta reacción? Quizás reaccionaste así por no ofender a otra persona o por zanjar alguna discusión. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero de esta forma has hecho que los sentimientos de otra persona estén por encima de los tuyos.
Todos en algún momento, por razones varias, hemos preferido mordernos la lengua por una situación concreta. El problema viene cuando esto se convierte en rutina. No levantas la voz, no contradices, no hablas sobre tus sentimientos por no molestar; pero esto es más dañino de lo que piensas.
Probablemente, en este caso, lo que te ocurre es que no sabes expresarte de forma ASERTIVA. La asertividad es la habilidad para expresar nuestros sentimientos y pensamientos de forma adecuada a la situación, respetando nuestros derechos y los del otro interlocutor. Sería el punto intermedio entre la pasividad (el dejar que los demás decidan por nosotros) y la agresividad (no respetar las opiniones y los derechos de otras personas).
Un ejemplo, partiendo de una misma situación:
ACTUANDO SIN ASERTIVIDAD:
- Mamá, ¿puedo coger el coche mañana?
- Claro, hija.
ACTUANDO CON ASERTIVIDAD:
- Mamá, ¿puedo coger el coche mañana?
- Lo siento, cariño; pero lo necesito para ir a trabajar.
- Pero es que he quedado con mis amigas.
- Lo entiendo, y siento no poder dejártelo, pero lo necesito para ir al trabajo. La próxima vez, avísame antes y podremos buscar una solución entre las dos, pero mañana no te lo puedo dejar.
No expresar tus sentimientos no beneficia a nadie, incluso te perjudica a ti mismo y a tu entorno. Hay muchos motivos por los que debes romper esta dinámica:
- Los sentimientos que no se expresan NO DESAPARECEN. Esos sentimientos se van a quedar ahí, haciendo mella, volviendo para recordarte que lo que haces no te hace sentir bien. En el caso anterior, podemos pensar “qué poco piensa mi hija en mi, sólo piensa en ir con sus amigas”, cuando no hemos intentado buscar una alternativa. Veremos la forma de actuar de la otra persona como un ataque, que en la mayor parte de los casos no es intencionado.
- La gente que te rodea no sabe lo que piensas. Las personas con las que tratamos a diario no siempre actúan de mala fe, sencillamente, es que no están dentro de nuestras cabezas para saber qué pensamos. Si saben lo que pensamos, sentimos o queremos, les darás la opción de actuar acorde. Quizás la hija de nuestro ejemplo, pensaba que al día siguiente su madre no trabajaba, ¡pero es que no se lo hemos dicho! Si en algún caso de este estilo has escuchado “Podrías habérmelo dicho” es que no hemos actuado de forma asertiva. Pónselo más fácil, te lo van a agradecer.
- Si los demás siempre deciden por ti, no siempre tomarán decisiones acertadas. Sólo tú sabes qué quieres y qué buscas e ir a la deriva no es la forma de alcanzar lo que deseas.
- La razón más importante de todas: ES TU DERECHO. Tus sentimientos, ideas, sueños y pensamientos tienen la misma importancia que los del resto del mundo. No tienes que supeditar tus sentimientos a los de nadie porque no eres inferior a nadie. De esta forma, no sólo mejorará la comunicación con quien nos hace bien, sino que va a protegernos de quien se aprovecha de nuestra indefensión. Esto se denomina “derechos asertivos” y son los siguientes:
- El derecho a ser tratado con respeto y dignidad.
- El derecho a tener y expresar los propios sentimientos y opiniones.
- El derecho a ser escuchado y tomado en serio.
- El derecho a juzgar mis necesidades, establecer mis prioridades y tomar mis propias decisiones.
- El derecho a decir “NO” sin sentir culpa.
- El derecho a pedir lo que quiero, dándome cuenta de que también mi interlocutor tiene derecho a decir “NO”.
- El derecho a cambiar.
- El derecho a cometer errores.
- El derecho a decidir no ser asertivo.
- El derecho a ser independiente.
- El derecho a decidir qué hacer con mis propiedades, cuerpo, tiempo, etc., mientras no se violen los derechos de otras personas.
- El derecho a tener éxito.
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A priori, esto puede parecer difícil, sobre todo si no estás acostumbrado a expresarte. Lo bueno: se puede aprender, y ¡cuidado! Es un vicio.